domingo, 16 de marzo de 2008

La Castrina City


Las calles de mi barrio no son muy bonitas. No tienen nada que se acerque al concepto de bello. Pero aún así me gustan. Me gusta que sean feas y sucias. Llenas de tierra que vuela en remolinos cuando hay viento en verano. Parece el far west la porquería. Me cago de la risa cuando la gente que camina por la vereda se llena de polvo cuando lo levanta el viento fugáz. Aunque cuando me ha tocado a mi lanzo ochocientas puteadas.

La gente es media fea también. Pero yo la encuentro linda. Las señoras son casi todas gordas, algunas jóvenes también. Llenas de hijos a los 20 años se pasean con los coches y las amigas con más hijos también. Fuman con ellos jugando alrededor de sus figuras y del humo. Paradas en las esquinas pueden estar intercambiando copuchas y pelando a las vecinas por horas. Cuando hablan gritan y parece que supieran más garabatos que palabras del diccionario. Yo también hablo con muchos garabatos. Pero he tenido que controlarme porque soy profesional, y se ve mal, según dicen.

En las noches las cosas cambian un poco. En las esquinas ya no hay mujeres y niños. Fumando y tomando aparecen hombres. Da lo mismo la edad. Pueden ser pendejos de 14 años. No importa. fuman y toman igual, a la par con los más grandes. Casi en todos los grupos hay alguna mujer. También toma y queda botada, como sus colegas farreros. De vez en cuando hay balaceras. Puedes escuchar revólveres o metracas. Y gritos. Silbidos de delincuentes que se comunican a distancias con otros, avisando si vienen o van los pacos en patrulla. Acá no se ve mucha policía. Más bien dejan que se las arreglen como puedan los huevones. Que se jodan, dirán los pelotudos.

Cuando me gusta más mi barrio es cuando hay feria. Las verduras, los colores y la gente se ve feliz. Todos se conocen. Los conosco a todos. Y los gritos de los feriantes son lo mejor. "¡¡Me volví loooca, me volví loooca bajé las paltas!!" o "¡¡A gamba y a cien, a gamba y a cien los ajooosss!!".

Cuando se termina la feria queda la cagada. Hediondo y putrefacto es poco. El agua con jugos de pescado y frutas reventadas corre por las calles. La capa de verduras aplastadas llena la calle principal y el desorden es total. Los perros callejeros, que son decenas y siempre los mismos, tienen tiña y se pelean los pedazos de pescado y basura que puedan comer. Pero no tardan en llegar los basureros que se llevan todas las sobras. Corren detrás del camión con los montones de basura. Barren y acumulan en grupos la verdura y la mugre. Yo creo que deben quedar podridos. Pero su trabajo es mal pagado, a pesar de ser el trabajo que nadie quiere hacer.
Mi barrio es marginal y a nadie le gustan venir aquí. Pero sé que me costaría adaptarme en otra parte. Aquí aprendí a ser la grosera que soy y muchas cosas ya no me dan miedo, porque aquí si tienes miedo, lo huelen y cagaste.

3 comentarios:

dEsoRdeN dijo...

El miedo de los demás es el alimento de los débiles de espíritu. Así que a morderles bien! ¿me invitarás algún día a la feria de tu barrio? ;)

singular dijo...

SON LAS MISMAS POR DONDE SIEMPRE HAS CAMINADO, QUE TE HAN VISTO LLORAR, GOZAR DE MADRUGADA ATRINCADA CONTRA LOS ARBUSTOS MIENTRAS LA FERIA SE PONE, Y LAS MISMAS QUE TE HAN VISTO PASAR COMO PIOJO

Mujer Doméstica dijo...

singular me hueles a mina