sábado, 18 de octubre de 2008

Entre ULA y Baquedano

De a poco y con gran dificultad abrió los ojos. Quería los famosos "cinco minutos más", pero el despertador la sacó de la suavidad invalidante de las sábanas. Despegó sus ojos y se sentó en la cama con lentitud. Tenía que levantarse. Salir. Hacer algo. Salvar el día. Había dormido más horas de lo que un cuerpo diminuto necesita. Eso le daba más sueño. Pero en el fondo, aunque ella quería seguir durmiendo, tenía mucho miedo de hacerlo. Le daba miedo que llegara un minuto en el no despertaría más, tragada por sus propias pesadillas, absorvida por el fantasma que habitaba bajo sus parpados, grabado con sangre, como una foto satánica y dolorosa. Así que el temor la dirigió al baño. Frente al espejo se maldijo por ser mujer. Las mujeres lloran demasiado y se deprimen. Y no tienen tanta fuerza en los puños como para defenderse. Se maldijo por haber elejido un camino y no otro. Se maldijo y se lavó la cara con lágrimas y agua potable. Limpió sus brazos, pero no quiso hacer más. En el refrigerador habia leche, huevos, una lechuga lavada y dos latas de cerveza. Nada era aceptable. Tomó un vaso con agua, se vistió sin pensar en nada y salió. Afuera la oscuridad y los perros la recibieron. Metió en su cartera pequeña las llaves y sacó el primer cigarro de la noche. La dueña de la botillería la vio entrar mirando las manchas del piso. Parece que había una nueva, un escupo de borracho. Esta vez tenía ganas de ser la reina guachaca. Se compró un vino. Abrió una punta de la caja con los dientes y se dijo a si misma que las cosas iban empeorando. Pero todo daba lo mismo al final. Todo era gris. La noche, el día. Ella y los demás. Se fue al centro. Ahí estaba la sombra del fantasma otra vez. Huyó de esa esquina. Mantuvo la calma. Como perra con tiñala miró una pareja feliz. Muéranse. Siguió por la vía sucia y gritona. Se metió al reducto preferido. La esperaba: Nadie. Se sentaron en la mesa y pidieron cerveza ordinaria. Fumaron y la cosa daba risa. En esos momentos podía olvidar el dolor de las vértebras, las piernas y el cuello. Podía reir fuerte sintiendo que la noche no terminaba todavía. A veces alguien le decía que era bonita. Optaba por creerlo. En el baño de mujeres era fome mear. Así que se iba al del lado. La echaron tres veces. Que indigna. Le mostró los dientes al guardia y la patearon como bolsa de basura al basural inmundo de la calle. No importaba nada. No importaba ser la más ridicula estupida indignidad inservible. Daño, más daño por favor. Hubiera pagado por más.
Caminó por varias veredas amables. Otras fueron más antipáticas. Pero su cartera siempre se balanceó patuda de un lado a otro y su cigarro no se apagó jamás. De pronto en una esquina le tocó la roja a los autos... iba a cruzar, pero el primero de la fila bajó el vidrio y salió la música... qué era... The Shins... Turn on me... parpadeó cuatro veces y entendió que no era de noche. Vio el sol sobre los edificios.... qué estupidez... había caminado desde estación ULA hasta Baquedano... harto, se dijo... una ruta maldita, lo suficiente para recordar momentos putrefactos. La salvó del lapsus la voz de James Mercer. Se cagó de la risa y cruzó al fin la calle.

miércoles, 1 de octubre de 2008

sueño despierta

Los dos extraños se miran con calma de agua en estanque. Se estudian con el entusiasmo de sus sencillos instrumentos. Quieren quedarse así. Por minutos o por horas. Sin decirle a nadie esperan que no los muevan de sus puestos. A veces hay risas alrededor. A veces todos se callan. Tienen la paciencia de los que están conformes con sus propios resultados. Y porque saben que existen quienes han sacado mal los calculos. Son dos extraños que ya dejaron de serlo. Y se miran con descaro porque presienten que hay mucho tiempo en sus vidas. Entonces, quieren descifrarse un rato. Decodificar lo que esconden debajo de la piel. Debajo del manto que cubre sus verdades enterradas. Nadie más participa. Los demás no logran entender que pueden hacer muchas cosas haciendo nada. Por ahí va el juego. El de los pensamientos momentáneos que los atacan como marea. Quien imagina más. Quien llega más lejos y no quiere volver. Olvidar cómo volver. Ya desataron los caudales en un solo torrente un par de noches. Pero este es el momento de la paz absoluta. Ojos como tumbas floreadas. Bocas como vasos llenos de licor caro delicioso. Manos amarradas por voluntad. Porque no es el instante de actuar. Es la hora de mirar. Hay que gozar los silencios. Es momento de hacerlo. Es momento de aguantar ganas de desatar cordones y botones. Se regalan el uno al otro, pero con la inteligencia telepatica. Se hablan en una lengua que no tiene vocales ni consonantes. Se apartan del mundo porque hay veces en que participar demasiado es odioso. Eligen soñar despiertos para no sentir el cansancio.
Cuando pasa esto yo siento que ya no contengo un grito más en mi cabeza. Que mi alma negra de tanto humo de bar respira al fin. Siento que soy yo de nuevo, pero mejor. Que abandoné la tumba podrida en recuerdos tontos. Que abriste una jaula, que fue como soltar 100 pájaros a la libertad.