miércoles, 2 de mayo de 2007

d.sangre

Pero miren qué educativo estuvo el panorama: hubo litros de sangre. Roja y espesa. Sucia y ajena. Sangre en la noche. A las cinco de la mañana. Por todo el suelo de una calle en el centro de la ciudad. Brotaba como de un manantial abierto. Como un poso de oro negro. O Rojo.
Miss Intoxic llegó al hallazgo muy ebria, pero conciente de todo. O casi todo.
Venía arrancando de unos tipos con ropas grandes que tenían pistolas con doble cañón. Era mucho para ella. Al menos por esa noche no jugaba en esas ligas.
El Chiko Monedas no andaba por el barrio. Estaba ocupado fumando pipas de la paz en la perriferia y no le convidaba a nadie. Hablando de su padre maleducado y llorando hacia dentro con cada palabra. Pero ese es tema de otro momento.
Nadie se dio cuenta de que Intoxic se fugó de la fiesta de las ropas grandes. Entonces, vio la sangre. Era tan roja que sintió su sabor metálico en la boca. Y le dio miedo. Pero el alcohol. Sí, el fuckin alcoholsss. Por él siguió caminando. Había una huella hecha con sangre y la siguió. Llegó a unos metros del epicentro épico. En un paradero de una calle del centro a las 5 de la mañana alguien apuñaló a otro alguien. Y la Intoxic estaba ahí. Ebria. Sola.
Nada especial, fíjense. No es para decir que la ciudad es peligrosa. No es para decir que la Intoxic es arriesgada. Tampoco para contar una bonita historia de sangre. Simplemente es que esa sangre en el suelo, esparcida, brillante y espesa le recordó su propia sangre.
Fue una noche maltrecha que ese líquido rouge se escapó de sus venas y abrazó las veredas de una calle también céntrica. De eso hace un buen tiempo, pero nunca está demás recordarlo.
Estaba en una bonita fiesta oscura en un lugar demasiado barato para no encontrar problemas. Esa vez el premio recayó en DoñaHombre que quiso pasarse de la línea amarilla con Monedas. Pero Intoxic no aguantó la infamia y la golpeó. De frente. A la cara. En la boca. Con su puño. Feo, feo -hubiera dicho su madre-. Pero en esos antros todo vale y había que hacer algo por la dignidad intacta. De todas formas la pobre Intoxic no hizo bien el cálculo y vio una donde habían tres. Y ese maldito número se le fue encima. Aunque no dolió tanto, fue mucha la impresión. Como pudo huyó del lugar con la cola bajo el brazo, lamiendo algunos rasguños. Pero el infierno estaba por venir y la Intoxic no lo olió a tiempo. Con Monedas iban caminando hacia alguna guarida y en el trayecto la DoñaHombre los encontró. Le tenía ganas a Monedas.
De su rojosa boca salieron insultos. Palabras hirientes. Herían su mente. Nadie podía ser más tóxica que la misma Intoxic. Entonces fue. Y de nuevo vino el maldito tres. La agarraron. La patearon. La derribaron. La humillaron en una calle del centro. Y le abrieron las venas con las uñas. Y Saltó la sangre que pedía perdón por ser tan estúpida, tan corajudamente estúpida. No sabe cuánto tiempo mordió el suelo. Podrían haberla golpeado toda la eterna noche si Monedas no hubiera llegado, cuando los amigos de DoñaHombre lo soltaron. Con la nariz rota y de sangre empapado la tomó de las manos y corrieron hasta que amaneció.

1 comentario:

Unknown dijo...

Sangre llama a sangre, y el rojo es un color que solo queda bien en los vestidos o en los coches deportivos. O incluso en alguna foto intoxicada.
besos granates