martes, 24 de julio de 2007

Demencia rockera





Las cosas se dieron vuelta. O avanzaron, pero por un día no fueron lo mismo. Y quizás no estuvieron mejores, ni peores, solamente se pusieron color demencia-rockera. Todo era nuevo ahí, mientras Miss Intoxic estaba metida en lo antiguo. Fue hace un par de semanas locas, cuando las pruebas finales pedían un penúltimo esfuerzo (pues nunca habrá un último). La idea esa tarde era correr por unas imágenes ensayísticas y después tratar de escribir para una profesora con cara de normas editoriales. Finalmente cuando encontró esas fotos, se quedó en ese hoyo de tiempo detenido al que llaman "hogar de ancianos". Un nombre extraño y poco heroico para lo que se puede encontrar entre esas paredes. Cruzó el umbral blanco y limpio como una periodista armada de un lente improvisado, pero entrometido... y salió como una más de los orates que le lamieron el corazón.
Hay que decir que fue complicado. Intoxic tenía (o sigue teniendo) una disputa interna con los del club de la tercera edad. Es un rechazo, hay que decirlo tal cual. Es un miedo, también podría ser. No le provocan ni la ternura, ni la solidaridad, ni la delicadeza, ni mucho menos la pena. Respeto sí, pero siempre de lejos. A Intoxic le quedan dos abuelas y sus vidas aguerridas hoy las tienen con buena salud: una aún puede empinar el codo y prefiere el agua ardiente sola o con un "hielito"; la otra tiene un pololo 20 años menor y vive entre doctores y cajas de drogas legales que imagina que la sanan. Pero esto era un desafío a sus sentidos, a su mente, a su nariz, a sus ojos. Y antes de cruzar el umbral blanco todo eso se revolvió en su cerebro mareado. No por las sustancias, sino por el temor a sí misma, a sus ganas de correr de vuelta. La corajuda idea de pretender enfrentar sus ascos la empujó.
Ya había pasado un rato de inmortalizar lo más mortal que había visto esos días. Y dando vueltas por un pasillo largo, vio a la mujer de arriba. Sofía estaba amarrada a su sillón de fierro. Lloraba y gemía. Se tocaba la piel, se rascaba la ropa y se tiraba la poca carne de sus brazos flacos. No articulaba más que unas rayadas frases: "señorita", "ay", "sáqueme... aquí". Fue una de las ancianas mujeres que más impresionó el ojo de Miss Intoxic que se enteró pronto de su alzaimer llorón y quejumbroso. Sofía no soporta su propio cuerpo, le explicaron.
Qué puede ser más tremendamente abizmante, terrorífico, espeluznante que odiar el propio envoltorio. Las imágenes, éstas y otras, no pueden salir de su cabeza ya, ni por las noches. En los días siguientes todo ha sido como un electro shock, como un temblor de parkinson nefasto que la obsesiona con la idea de un futuro latente que podría ser el suyo. Cuando abandonó esa casa se quedó con la sensación de que estos nonagenarios personajes están muchas veces olvidados, en un estado de permanencia, viviendo pero jamás participando de la vida, ni siquiera mirándola, porque ya empezaron a morir.

5 comentarios:

Unknown dijo...

Es triste. Mucho. ¿Realmente vale la pena alargar así nuestros días? Yo no lo tengo nada claro...

Anónimo dijo...

Modern girl says: Acá el saludo :) Besos Colorita. Nos veremos aún cuando seamos ambas Sofías. Shit.

Tq

Anónimo dijo...

Sofías Rockeras. Chicas rollingas.

Unknown dijo...

felicitame al lente improvisado miss intoxic. Yo a veces me pongo medio pudoroso en situaciones así. La persona le gana al periodista armado y no sé si está bien o mal - una vez, tres viejas adictas a pin8, saludaron a todos mis antepasados por sacar una foto comprometida. Es una lucha interna.
Sobre el miedo o respeto, yo creo que es súper simple y entendible. Todos vamos pa donde mismo.Como dice feliciano: "che sara,che sera"
saludors

Mujer Doméstica dijo...

Por eso es mejor vivir rockeramente...








ai lov yu moni kid,*