martes, 17 de junio de 2008

calmantes I


Desde que tiene la bicicleta de fierros celestes, ella se siente mejor. Es así porque cuando la monta y se lanza por las calles, la mira mucha más gente. Y se atrevió a soltarse el pelo, cosa antes impensada para una chascona endógena.
El temor al ridículo desapareció desde que tiene la bicicleta con los fierros celestes. Escuchando su favorita: Handsome Devil de The Smiths va por la vía. La misma vía que antes no tenía ningún glamour, ahora está lleno de eso. Todo gracias a la bicicleta.
Viaja a 40 kilómetros por hora y no la detienen los semáforos. Se ha vuelto loca con su nueva bicicleta de fierros celestes. Lanza gritos al viento helado. Está definitivamente más resuelto su destino. Y este es simplemente andar en una bicicleta, que aunque suene repetido, es de fierros celestes y eso no se puede cambiar. Las rutas sí. Las caras sí. Incluso ella misma no será la misma. Todos los días será una mujer diferente en su mismo cuerpo la que monte la bicicleta de fierros celestes.
Podría morir manejando por una calle llena de sol y hojas, llena de dioxido de carbono y polvo humano. Pero no importa. Los semáforos están congraciados con ella. Y pasa uno, pasa dos. Da igual carajo, que no la joda su madre ni el padre. Nadie. El viento la castigará por ser tan libre.
Ahora sólo le queda una cosa: adquirir una cámara... la cámara que vio mientras viajaba en su bicicleta de fierros celestes y pasó frente a la vitrina del 1235...

miércoles, 4 de junio de 2008

falla de fábrica




La triste historia de una perra que fue violada por su amo la escribí a los nueve años. No me quedaban más actividades que realizar para las cenas de nuestra familia y quise componer un relato que me hiciera llorar a mi. La cosa es que no me atreví a contarla en el cumpleaños de la abuela. Porque soy cobarde endógena. Porque era la mejor hija. Porque todos querían que así siguiera siendo. Y yo les cumplí el deseo. Por dentro el mundo es de otro color. Y eso lo saben mis más estimadísimos reales de la vida. Nada de cuentos. Aunque el título The Real se lo lleva la GolonCata (que anda más voladora que nunca, es que la primavera se le escapa y la lluvia la atormenta). Sobre el cuento, a los 9 me quedé callada. Mi familia siempre pensó que yo era una callada. Una de esas que se callan por pavas. Y esa posición sin duda que me brindó mayor movilidad y comodidad. Así crecí yo. Mirando todo, hasta lo que no debía, leyendo mucho, escribiendo más y el resto lo imaginaba. Mientras que en mi familia algunos seguían desterrados por haber hablado o haber actuado. Conozco a la gente desterrada por la matriarca. Ellos también saben quienes son. Pero ahora no sé a qué le pueden temer. A unas palabras? A una persona? Y a quienes critican? A mi no me da vergüenza decir que empecé a saborear la victoria de los actos a los 14 y nadie me pudo parar... por qué... porque nadie sabía lo que yo estaba haciendo. Y no dejé rastros. No tengo nada que lamentar.

Y el cuento de la perra... por ahí, en algún cuaderno debió quedar.